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Un escándalo conmovedor

Por: Luis Hernán Castañeda

Ver ¿Dónde está la casa de mi amigo?, una película del director iraní Abbas Kiarostami, terminó produciéndome un escándalo conmovedor. Lo escandaloso vino de la asombrosa sencillez del argumento, que, contado en pocas palabras, podría parecer de un minimalismo exagerado, empobrecido; lo conmovedor está en la manera como una historia de esa aparente chatura, logra, desde el principio, alzar un vuelo lírico que sobrecoge, imponer una atmósfera extrañada de cuento de hadas, y sumergirse sin esfuerzo visible en el mundo infantil de Ahmad, su pequeño protagonista. El argumento de “¿Dónde está la casa de mi amigo?” (1987) está contenido en su título: en un pueblo rural de Irán, Ahmad regresa a su casa después del colegio y descubre que se ha llevado por error el cuaderno de su compañero Mohamed, quien ha sido amenazado con la expulsión si deja de hacer la tarea una vez más. Para evitar este horrible destino, Ahmad se escapa de su casa y emprende una larga búsqueda, porque el niño está decidido a encontrar la casa de Mohamed para devolverle el cuaderno, aunque no sabe su dirección. Acompañamos a Ahmad a través de las callejuelas empredadas de su laberíntica aldea, lo escuchamos preguntar aquí y allá por la casa de su amigo sin obtener respuesta, lo vemos interactuar incansablemente con muchos adultos que, con una sola excepción, nos parecen seres opacos, ignorantes y absurdos que nunca aciertan a dar una respuesta, hasta que llega la noche y el nombre de Mohamed, de tanto haber sido repetido en ausencia de su dueño real, adquiere una sonoridad espectral, un eco de mito. Por último, Ahmad regresa a su casa sin haber encontrado al amigo, y se acuesta sin cenar, culpable y derrotado. La última escena de la película se desarrolla al día siguiente, en la escuela: mientras el profesor se acerca ominosamente a la carpeta de Mohamed, que agacha la cabeza anticipando su castigo, Ahmad irrumpe en la clase y le entrega a su amigo, triunfal y luminosamente, la tarea hecha.

Esta película de Kiarostami me recordó inevitablemente un cuento de Ribeyro, “Sobre las olas”. Ambas son historias de niños, contadas desde el punto de vista de un niño además, que plantean conflictos de gravedad distinta pero cierran con finales de maravillosa alegría ingenua. El cuento de Ribeyro narra un encuentro con la amenaza de la muerte, mientras que la película de Kiarostami propone una tragedia mínima, casi invisible desde una perspectiva adulta, que sólo descubre su terrible profundidad si imaginamos sus efectos en el mundo infantil. Para Ahmad, salvar al amigo de la expulsión es un acto de nobleza espontánea, una muestra de heroísmo inocente y gratuito que nace fácilmente, una respuesta natural al gran conflicto escondido en un simple cuaderno de tareas. El apremio de Ahmad, la desesperación que crece a medida que pasan las horas sin encontrar la dirección de Mohamed, su profunda necesidad ética de actuar (desobedeciendo a su madre y escapando de casa incluso) para evitar una catástrofe cuya inminencia acelera su corazón, sólo son comprensibles una vez que el espectador ha penetrado de lleno en el universo del niño, una vez que ha dejado de ser adulto para descubrir, en compañía de Ahmad, esa extraordinaria empatía que le permitirá valorar la importancia de una aventura que podría haber sido banal.

Me he preguntado si esta extraordinaria comunicación entre personaje y espectador se apoya en razones puramente cinematográficas, si responde a la creación de una realidad viva a través de los medios que ofrece el cine, y mi respuesta ha sido negativa. Si la barrera entre el espectador y Ahmad se ha roto con esa increíble facilidad se ha debido, centralmente, a una virtud del argumento mismo, a un mérito de la narración: la perfecta coherencia en el respeto al punto de vista infantil, que se despliega frente a nosotros con una fluidez sin fisuras, y nos obliga, sin darnos cuenta, a asumirlo, a verlo todo a través de los ojos de Ahmad, y a redescubrir el mundo adulto como un reflejo de nosotros mismos, ajeno y familiar al mismo tiempo.

Película: ¿Dónde está la casa de mi amigo? Director: Abbas Kiarostami. 1987

Algo de ese contundente minimalismo mostraría luego Kiarostami en "Y la vida continúa"; película basada en un viaje que realizó junto a su menor hijo a ese pueblo rural, devastado por un terremoto (real, en junio de 1990, en pleno Mundial) que sirvió de escenario a "Dónde está la casa de mi amigo", a buscar a Mohamed, el protagonista (algo así como metacine). El tema de "la búsqueda" es abordado nuevamente, aunque con menos brío.

Propongo un nuevo nombre para el Blog de Thays: CINEFILIA

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